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La sonrisa feliz y el niño llorón.


De carácter soy algo difícil, aunque me gusta ser alegre la mayoría de las veces internamente tengo una tormenta que me aturde.

Hace cuatro años que lucho y convivo en armonía con un linfoma no Hodgkin, aunque es una enfermedad del tipo cáncer, no me trata mal. He cambiado mi forma de vivir en lo que a alimentación y valores se refiere.

Cada cierto tiempo debo entrar al hospital para controles y en esas entradas mi espíritu se conmueve al ver a los otros compañeros de lucha, que están dándole batalla a su cuerpo enfermo.
Si alguien me pregunta si me siento enfermo, la realidad es que no. 

No me siento enfermo, soy una persona creyente en el concepto de que la enfermedad es una desarmonía del cuerpo y que necesita de nuestra ayuda para superarse, así que hace cuatro años decidí cambiar muchas cosas.

Comentaba, que en el hospital del Cáncer de Sao Paulo, la Fundación A. C. Camargo veo muchas personas sufriendo y luchando, son unos verdaderos ejemplos de lucha y persistencia.

En estos días me han operado de la cara, cirugía riesgosa porque hay manipulación de los nervios faciales y a veces me da bronca verme con la cara caída y entumecida, pero hoy un paciente en la sala de espera, me dio una hermosa lección para el llorón interno.

Cuando llegué el hospital estaba lleno, muchísimas personas, la ciudad de Sao Paulo tiene muchísimos habitantes, tantos que se siente algo apretado en el día a día.

Pero al llegar a la recepción el ambiente se espesa, porque allí convergemos todo tipos de pacientes, lo que están mal, los que comienzan, pero por sobre todo están los que quieren sobrevivir y luchan a pecho partido.

Hoy estuve analizando el estado de mi cara, algo que me molesta y me preocupa porque tengo algo entumecido el rostro, pero lo que me llamó la atención fue ver a un joven cuyo rostro estaba desfigurado por las enfermedades y quizás las cirugías. 
Le faltaba parte de la mandíbula, un ojo estaba dañado, su rostro parecía provenir de una herida de guerra o ácido.

Pero lo más grandioso fue que cuando pase a su lado me miró y ví que me sonreía y me saludaba, eso me llevó automáticamente a sentir una sonrisa en el alma y mi rostro algo entumecido le regalo la mejor de mis sonrisas que pude darle.

Realmente ese hecho me levantó el ánimo y me hizo sentir de maravillas, en medio de ese ambiente siguen vigentes la buena onda entre colegas de guerra, porque eso si, no vamos a entregarnos.

marzo 2015
Nicolás

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