EL MALTRATO ANIMAL
Estar de vacaciones es no ir a la oficina, no así dejar de hacer cosas. Eso es algo que le da alegría a mi día a día. Me resulta imposible estar quieto o hacer algo que me haga sentir desperdiciando el tiempo, Así que en mis días libres no me defino entre sentarme o caminar, pasearme o quedarme en casa, limpiar o haraganear. ¡No importa hago de todo un poco!
Hoy me toco en suerte llevar a la nueva miembro de la familia al veterinario. Una gata siamesa de pocos meses, que se instaló en la casa y en los corazones de la familia. Salvo con los perros a quienes debió domesticarlos primero.
Confieso que nunca tuve gatos. Era mi primera vez, preparé la libreta de vacunas y tomé al gato en mis brazos. Craso error. Al salir al frente de la casa, la gata se puso histérica, me araño los brazos, el cuerpo y las manos. Bicho pequeño, pero porfiado. Tuve que volver a casa para encontrar una solución.
Se me ocurrió que podría tomarla con una toalla. Pensando mejor eso acarrearía más problemas para mi, luego que mi esposa se enterara. Así que una vieja toalla de bebé hizo de protector. Tampoco tuve éxito, pareciera que la gata la asustara los sonidos de la calle,así que busqué la manera de hacerla sentir bien y segura, mientras caminaba hasta la veterinaria.
Los rasguños me picaban, La gata maullaba llamando la atención de los perros de barrio que olían a la bicha y mi miedo que iba en aumento.
En la veterinaria pasé vergüenza. Como nada la manejaron, aplicaron las vacunas para luego devolverla en la toalla vieja. Ella no hizo ningún ruido, exclamación o emitió queja.
Al volver a la calle, comenzó la novela. Ahora los maullidos eran más altos y la gente giraba a mirarnos. Leí en la mirada de algunos varones dudas sobre mi masculinidad. Pero así es la vida de padre. Cumplir con el pedido de mi hija —y la orden de mi señora— es algo gratificante.
Ahora pongo Rifoxina a mis rasguños y la gata duerme. Por suerte no me maltrato demasiado. La próxima vez que la gata vaya sola. He dicho.
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