Enterarme de su muerte me chocó. No era santo de mi devoción. Me cupo compartir lugar de trabajo y nos mantuvimos por cuerdas separadas. Cada cual en lo suyo. Cumpliendo aquello de que cada uno se rodea de sus iguales, en intenciones visibles e invisibles. Nuestras auras no convergieron en ese tiempo. Tampoco después. Supo ser de moral flexible, poco confiable. Vivía al borde del peligro. No hacía deportes extremos, sino vivía en los límites de las posibilidades, poniendo a prueba la tenacidad de los que lo conocían. Amistoso. Voz aguda, molesta. Le decían el putito y él respondía haciendo alguna imitación de gestos afeminados, que no requerían de gran esfuerzo de su parte. Jodido con las mujeres y el dinero. Le permitió amasar grandes... problemas. Hace años dejé de verlo, desde que se fue de la oficina por problemas por mal manejo de sus debilidades. Son cosas que me comentaron, nunca junté pruebas. No me interesó hacerlo. El destino le alcanzó de noche en su l